La ventana abierta de mi alma vagabunda. Soy Yo.

La ventana abierta de mi alma vagabunda. Soy Yo.
Un poco de como se ve el mundo desde mis ojos.

viernes, 24 de mayo de 2013

Al oído...


1.
Mientras baja del auto, él pudo ver su tatuaje… No alcanzó a distinguirlo en su totalidad, solo descubrió que era una forma por la cual siempre sintió atracción. Y esa imagen estuvo ahí, estática pero latente en su memoria.
Los recuerdos cambian de color, también cambian de olor; los recuerdos se acomodan a lo que necesitas recordar. Ese recuerdo en especial parecía inmune a toda percepción interna. Era “EL RECUERDO”. A veces cuando se cruzan un par de vidas cuyo evento suele ser más que una simple coincidencia, jugarreta del destino, se siente algo extraño en el ambiente. Es necesario hacer una pausa, respirar y tratar de descifrar por lo menos el origen de dicha sensación. Ese día, él como de costumbre cerró los ojos tratando de desmenuzar de a poco ese breve espacio de tiempo en que su figura cubierta de negro desplazaba esas piernas largas y torneadas al otro lado de la puerta; un instante breve pero suficiente para grabarse hasta el subconsciente cada detalle, sobre todo ese símbolo que invitaba a seguirla por la eternidad.
2.
Sus besos estrellan cada pieza del rompecabezas que estuvo armando contra el ventilador haciendo pedazos todo lo que pensaba correcto. Sus miedos escapan con esa lengua intrusa en el sur, su libido y el sudor. Sus piernas olvidan el pudor y dan paso a lo que aun no sabe si es sexo o deseo con amor. Esos pies desnudos marcando el compás de la desesperación. Tiembla toda su geografía bajo el ardor que supone esa injusta nueva sensación. La cobija provee una cómplice oscuridad de media noche pero es luz lo que provoca ese volcán en su vientre. Al borde del abismo se siente segura, el amor es una paradoja en cuyo caso cualquier final es adecuado.
3.
Un día decide desesperadamente escribir un par de líneas buscando aprobación a lo que aún creía era un meta utópica. Ella responde a veces, suficiente para aferrarse al humilde pero casi imposible propósito de ser feliz. Las letras van y vienen, conspira el tablero de ajedrez aunque pésimos ambos para los cálculos, ambos dioses divinos, ambos vampiros sedientos de norte. Ambos llenos de ausencias. Ambos vagos ambulantes incompletos. Ambos dejando que la cercanía se apodere de sus soledades. Ambos enredan sus lenguas en ese beso tardío y nervioso. Él ya hace días ha tomado nota del arrojo con que ella decide intempestivamente romper el hielo. Ella autentica, su boca es una espada que parte en pedazos las corazas que a él ya le pesan. Labios rotos. Corazones secos. Olvidados desiertos de oasis ajenos. Ella con su ternura borra mientras escribe a dos bocas esta nueva historia.
4.
Se aleja despacio. De nuevo la última imagen del día. Invade sus ojos una tristeza sedienta de morir. Serán muchas horas, por cierto muy largas sin su presencia. Es ahí donde los recuerdos ajustan sus cuerdas. Es ahí donde los recuerdos despiertan en letras. Al oído… ¿Se vale decir te quiero?


viernes, 3 de mayo de 2013

Silencio.


Despiertan las letras de su obscena letanía, abre el zen la vanidad. Del tacto que carece la vida para robarte emociones, para sorprender tus cuerdas con sus nuevas melodías. Un paso más y otra vez vacilo, hablar se ha convertido en un arma letal. Todo va encajando sin acusar su acostumbrada prisa, por mientras yo lucho contra el habito pueril de la rima; no quiero métrica esta vez ni sincopadas cadencias. Esta vez simplemente lo que es, es.

Se retuerce el bicho esquivo de la soledad, se revela en improperios sin censura, teme su muerte súbita, algo que tuvo su previo aviso es ahora una inevitable sentencia. Suicida tendencia.

Un mes, dos meses, tres meses… cinco o seis meses sin intoxicar las letras, solo de lejitos como se admira la profundidad del mar; de lejos es como las yemas de los dedos rosan las palabras aun no escritas. Es esa tempestad impertinente la que despierta ofensiva en otra madrugada fría. Con estas ganas por demás absurdas de un vendaval de deseos, bebo.

Victima de otra señal explicita de prohibido me alejo con el rabo entre las piernas queriendo pensar que al final yo no era más que un perro en celo, es así como se mata el amor. El amor muere bajándolo del cielo al suelo, el amor muere cuando se convierte en un simple, barato y oscuro deseo obsceno. El amor muere cuando le quitas lo divino. Escribo.

A conveniencia ajena huyo. Otro momento será el momento. Te pienso, no lo olvides. Por mientras… interpreta mi silencio.