Improvisando Un escritor

Como cuando después de unos cuantos años vuelves a tu casa, vas al patio y ves esa bicicleta oxidada que te vio aprender a montar. Las imágenes de esa película puberta suceden ante ti con detalles imponentes, el olor de la sangre cuando arrancaste la piel de las rodillas en esa caída. El crujir del brazo roto en el pasamanos. La lluvia golpeándote mientras pedaleabas más rápido para llegar al hogar seguro. Las escapadas a los pueblos con amigos. Irreverencia y anarquía en su máxima expresión adolescente.


Así mismo, llegar a casa después de doce años viajando, destapar esas cajas de discos compactos, las colecciones de blues, las ediciones de lujo, los tesoros como la primer versión del Enemigos Íntimos o el Kashmir de Led Zeppelin, el primer Euforia en su caja de cartón. Los libros, todos los libros que leí pero olvidé y que seguro en mi casa de playa o de montaña volveré a leer. Todas esas sensaciones me invaden, siguen, suceden en todos sus olores, colores y sabores. Dejo que mi cerebro se entretenga en el festín y ya no me interesa saber si esos recuerdos son fieles o son versiones mejoradas de lo que fue. No me importa, solo los disfruto y me siento hedonista otra vez.


Algunas cosas huelen a incienso, me recuerda esas madrugadas a entrenar con mi amigo hace ya 25 años, hace un cuarto de siglo. Los recuerdos no tienen edad, me miro al espejo con la esperanza de verme como en ese entonces. Sin canas al menos.


Así, este día, 22 de Agosto de 2016 decidí entrar a mi blog y dejar unas letras. Algo que me de vida, algo que me recuerde un poco de mi esencia gitana. Algo que saque de mi corazón lo que siempre he querido ser, lo que siempre fui pero que en este momento de mi vida no soy…

 UN ESCRITOR.