Despiertan las letras de su obscena letanía, abre el zen la
vanidad. Del tacto que carece la vida para robarte emociones, para sorprender
tus cuerdas con sus nuevas melodías. Un paso más y otra vez vacilo, hablar se
ha convertido en un arma letal. Todo va encajando sin acusar su acostumbrada
prisa, por mientras yo lucho contra el habito pueril de la rima; no quiero
métrica esta vez ni sincopadas cadencias. Esta vez simplemente lo que es, es.
Se retuerce el bicho esquivo de la soledad, se revela en
improperios sin censura, teme su muerte súbita, algo que tuvo su previo aviso
es ahora una inevitable sentencia. Suicida tendencia.
Un mes, dos meses, tres meses… cinco o seis meses sin
intoxicar las letras, solo de lejitos como se admira la profundidad del mar; de
lejos es como las yemas de los dedos rosan las palabras aun no escritas. Es esa
tempestad impertinente la que despierta ofensiva en otra madrugada fría. Con estas
ganas por demás absurdas de un vendaval de deseos, bebo.
Victima de otra señal explicita de prohibido me alejo con el
rabo entre las piernas queriendo pensar que al final yo no era más que un perro
en celo, es así como se mata el amor. El amor muere bajándolo del cielo al
suelo, el amor muere cuando se convierte en un simple, barato y oscuro deseo obsceno.
El amor muere cuando le quitas lo divino. Escribo.
1 comentario:
Cuando el silencio se convierte en fantasias, falta de realidad, poca tierra, sin pies, sin rumbo, sin amor.
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