1.
Mientras baja del auto, él pudo ver su tatuaje… No alcanzó a
distinguirlo en su totalidad, solo descubrió que era una forma por la cual
siempre sintió atracción. Y esa imagen estuvo ahí, estática pero latente en su
memoria.
Los recuerdos cambian de color, también cambian de olor; los
recuerdos se acomodan a lo que necesitas recordar. Ese recuerdo en especial parecía
inmune a toda percepción interna. Era “EL RECUERDO”. A veces cuando se cruzan
un par de vidas cuyo evento suele ser más que una simple coincidencia,
jugarreta del destino, se siente algo extraño en el ambiente. Es necesario
hacer una pausa, respirar y tratar de descifrar por lo menos el origen de dicha
sensación. Ese día, él como de costumbre cerró los ojos tratando de desmenuzar de
a poco ese breve espacio de tiempo en que su figura cubierta de negro
desplazaba esas piernas largas y torneadas al otro lado de la puerta; un
instante breve pero suficiente para grabarse hasta el subconsciente cada detalle,
sobre todo ese símbolo que invitaba a seguirla por la eternidad.
2.
Sus besos estrellan cada pieza del rompecabezas que estuvo
armando contra el ventilador haciendo pedazos todo lo que pensaba correcto. Sus
miedos escapan con esa lengua intrusa en el sur, su libido y el sudor. Sus
piernas olvidan el pudor y dan paso a lo que aun no sabe si es sexo o deseo con
amor. Esos pies desnudos marcando el compás de la desesperación. Tiembla toda
su geografía bajo el ardor que supone esa injusta nueva sensación. La cobija
provee una cómplice oscuridad de media noche pero es luz lo que provoca ese volcán
en su vientre. Al borde del abismo se siente segura, el amor es una paradoja en
cuyo caso cualquier final es adecuado.
3.
Un día decide desesperadamente escribir un par de líneas buscando
aprobación a lo que aún creía era un meta utópica. Ella responde a veces,
suficiente para aferrarse al humilde pero casi imposible propósito de ser feliz.
Las letras van y vienen, conspira el tablero de ajedrez aunque pésimos ambos
para los cálculos, ambos dioses divinos, ambos vampiros sedientos de norte.
Ambos llenos de ausencias. Ambos vagos ambulantes incompletos. Ambos dejando
que la cercanía se apodere de sus soledades. Ambos enredan sus lenguas en ese
beso tardío y nervioso. Él ya hace días ha tomado nota del arrojo con que ella
decide intempestivamente romper el hielo. Ella autentica, su boca es una espada
que parte en pedazos las corazas que a él ya le pesan. Labios rotos. Corazones
secos. Olvidados desiertos de oasis ajenos. Ella con su ternura borra mientras escribe
a dos bocas esta nueva historia.
4.
Se aleja despacio. De nuevo la última imagen del día. Invade
sus ojos una tristeza sedienta de morir. Serán muchas horas, por cierto muy largas
sin su presencia. Es ahí donde los recuerdos ajustan sus cuerdas. Es ahí donde
los recuerdos despiertan en letras. Al oído… ¿Se vale decir te quiero?