“Cuanta bala aguanta un pecho. No lo sé” Orichas.
Ya le voy dando la vuelta a la esquina que siempre vi
lejana. Paso a paso con distintas cadencias. Si hubiera contado los cigarros,
las borracheras fueran algo memorable. Los pielrojas dejaron su color
amarillento en la parte blanca de mis ojos.
Los puntos seguidos son más seguidos que antes y esto quizás
es porque ahora pienso más preciso pero más corto. Hace tiempo ya que un gran
amigo descubrió mi adicción a las diatribas, ahora las justifico diciendo que
la gente no lee nada largo, nada extenso y así me lavo las manos. Espero pase
rápido este afán de escribir y con la senectud venga la típica manía de
explicarlo todo ofendiendo el intelecto ajeno sin que me importe.
Mi amiga la soledad se está cansando de mí y lo demuestra
cuando me deja sentir cómodo con gente que antes evitaba a toda costa, esos
estereotipos de novela barata me resultan ahora entretenidos.
Cuando digo que evito los libros, estos me acosan. Son
irremediables mis tendencias crónicas y que valga la redundancia. Son algo así
como el medicamento que exaspera la enfermedad. Hablo de cosas como la
misoginia y otras tantas que fueron encontrando bautizo en las letras de los
grandes tipo Fito, Sabina y Calamaro en su orden. Acomercial a toda costa. Victima a veces de
los productos disfrazados del mercado como Calle 13, pero lo más deprimente del
asunto es que voy entreviendo la tendencia adrede de todo mi autoengaño.
Reviven emociones de toda calaña dentro de mi alma ardiente
de desvelos. Es lo único que me queda. Las emociones del alma, los olores de la
tierra y este manojo apretado de recuerdos. Cansado otra vez de otro intento
castrado voy recorriendo una ciudad cada vez menos extraña sin dejar atrás otro
rastro de pertenencia. Me he vuelto mas olvidadizo a propósito. Ya no me
aferro. Solo espero ese momento en que pueda decir algo así como “por fin
siento que voy a mitad del viaje” Lo espero sin querer que llegue.
Nada que perder a veces es decir, nada que ganar. Esos ojos inocentes extraño. Esos pies cargando zapatos de tallas mas grandes. Esa mirada de mi madre al medio día esperando en la puerta del inquilinato a que llegará su Prometeo de otro viaje épico entre la escuela y la humilde morada. Mis Padres. Mis Hijos. Los Amigos que también son míos. La séptima, el porro. Mis huesos haciendo estragos en los bares del centro. Extraño. Amo.
Me voy de letras porque me da la gana, porque en el mundo ya
no queda nada para mí. Me voy de letras navegando entre palabras mal escritas y
mal pensadas. De vocales a consonantes ya todo me vale huevo. A punto de
olvidar algo más a propósito. Me voy a las letras porque no quiero hablar con
nadie. Voy renunciando lentamente a este, otro sueño frustrado. Dejando atrás
lo único para lo que creía ser bueno. Buscaré una película por ahí para
olvidarme que he decidido dejar de escribir. Escribiré de nuevo cuando se me
pase la maricada.